En las últimas décadas, los hábitos alimentarios de la sociedad en general han cambiado mucho. Las campañas de promoción de salud en los últimos tiempos ya no tratan únicamente de reducir el consumo de aquellos alimentos que pueden ser perjudiciales para la salud, sino de incentivar el consumo de aquellos otros que aporten beneficios para la salud.
En realidad, ya no sólo se busca la “alimentación adecuada”, es decir, la que aporta suficientes nutrientes para asegurar la supervivencia del individuo y satisfaga la sensación de hambre y bienestar. Se busca, además, potenciar el consumo de alimentos para optimizar la salud. Es decir, lo que se pretende es llegar conseguir una alimentación saludable.
Cómo surge el concepto de Alimento Funcional
El término alimento funcional nació en Japón a comienzos de los 80 para establecer una categoría de «alimentos de uso específico para la salud» (FOSHU – Foods for Specific Health Use). Se comenzó a estudiar ampliamente la relación entre alimentación y salud, y a profundizar en la funcionalidad de los alimentos y su aplicación mucho más allá del mero poder nutritivo.
En países como Estados Unidos y Canadá se hizo necesario compensar su alimentación, muy desequilibrada, rica en grasas saturadas y pobre en determinadas grasas insaturadas, minerales, vitaminas y fibra. Se buscaron alimentos que les aportaran beneficios para su salud y empezó a extenderse el consumo de los llamados alimentos funcionales.
Posteriormente, han aparecido en todo el mundo términos algo más exóticos para denominar a estos alimentos como alimentos nutracéuticos, alimentos de diseño, farmalimentos, vitalimentos, etc. Todos son alimentos o productos alimenticios comercializados con mensajes en sus etiquetas que destacan sus propiedades saludables.
Entonces, ¿qué son los Alimentos Funcionales?
Puede considerarse alimento funcional todo aquel alimento que, más allá de su valor nutritivo intrínseco, contiene otros componentes biológicamente activos que aportan algún efecto positivo añadido y beneficioso para la salud y/o reducen el riesgo de padecer alguna enfermedad.
Los expertos defienden que para ser funcional, un alimento debe demostrar científicamente que puede disminuir el riesgo de padecer una enfermedad o actuar de forma terapéutica sobre ella. Y es en este punto donde encontramos las mayores dificultades, ya que la evidencia científica que existe actualmente en cuanto al beneficio para la salud de estos alimentos no es suficiente.
Por eso, la mayoría de expertos nutricionistas coinciden en recomendar que los alimentos llamados funcionales deben consumirse como parte de una dieta sana y equilibrada, y en las mismas cantidades que habitualmente se consumen el resto de alimentos.
Existes diferentes tipos de alimentos funcionales. Entre ellos, los que más interesan a la industria alimentaria son alimentos enriquecidos.
Cuál es la diferencia con los alimentos habituales
Los alimentos funcionales tienen una serie de características concretas que los diferencia del resto de alimentos:
- Han sido manipulados para conseguir un beneficio añadido, por eliminación, reducción o adición de algún nutriente.
- Pueden alterar la biodisponibilidad metabólica, ya sea mejorando la de los compuestos beneficiosos, como dificultando la de los componentes perjudiciales.
- Pueden ser alimentos habituales a los que se incorporan nuevos componentes, alimentarios o no alimentarios, que les otorgan un efecto beneficioso para la salud.
- Deben complementar la función nutritiva y potenciar la prevención de ciertas enfermedades, dentro del marco de una alimentación sana, equilibrada y variada.
- La cantidad de alimento funcional que debe consumirse para que aporte beneficios a la salud debe ser la cantidad normalmente consumida en la dieta de un alimento homólogo no funcional.
- Su presentación debe ser como la de un alimento, y no como la de los suplementos alimentarios o productos farmacéuticos.
Quien puede consumirlos
Estos alimentos pueden formar parte de la dieta de cualquier persona. Sin embargo, la industria alimentaria los ha diseñado específicamente para atraer a un nicho de clientes particular: grupos específicos de población (vulnerables) con necesidades nutricionales especiales, como:
- Embarazadas y niños
- Situaciones de estados carenciales
- Intolerancias o alergias a determinados alimentos
- Personas con riesgo de padecer ciertas enfermedades (cardiovasculares, gastrointestinales, osteoporosis, diabetes…)
- Personas mayores
Qué beneficios aportan
Los alimentos funcionales han sido minuciosamente diseñados por la industria alimentaria para (supuestamente) aportar beneficios a la salud. Y así lo demuestran sus declaraciones nutricionales en los envases y en su publicidad.
- Prevenir enfermedades cardiovasculares, gastrointestinales o reducir los factores de riesgo que puedan provocar ciertos tipos de cáncer.
- Mejorar el crecimiento y desarrollo celular (por ejemplo, actuando sobre nuestra flora intestinal)
- Regular procesos metabólicos mediante el aporte de vitaminas y minerales que en la dieta habitual pueden ser deficitarios.
- Aumentar el poder antioxidante de determinados alimentos, por ejemplo con el aporte de vitamina E.
- Reforzar el crecimiento de los niños y mejorar su rendimiento escolar, mediante la adición de vitaminas y minerales.
Pero, ¿son realmente necesarios los alimentos funcionales en nuestra dieta diaria?
Precisamente, existen multitud de alimentos con propiedades saludables que no están catalogados como alimentos funcionales. Por ejemplo, a la dieta mediterránea se le han asignado multitud de características beneficiosas para la salud por ejemplo, por el uso de las grasas saludables del aceite de oliva, los ácidos grasos omega 3 del pescado o la fibra de las frutas y las verduras.
Esto nos lleva a pensar que si este modelo de dieta ya nos proporciona efectos beneficiosos para nuestra salud, ¿para qué necesitamos alimentos funcionales? Tal vez, una alimentación con exceso de componentes biológicamente activos no sea conveniente.
La razón principal por la cual muchos de ellos se han convertido en indispensables es el hecho de que la población ha adoptado hábitos alimentarios poco saludables. Los cambios socioculturales de los últimos años han provocado que nuestra alimentación sea desequilibrada y nuestra nutrición deficiente. Nuestra salud ha desmejorado mucho y ha incrementado la prevalencia y el riesgo de padecer enfermedades crónicas. Y esta situación ha sido aprovechada escrupulosamente por la industria alimentaria para seguir incrementando sus beneficios.
No obstante, existe controversia sobre la biodisponibilidad de los nutrientes en los alimentos funcionales. También, sobre las consecuencias de la ingesta excesiva de micronutrientes o de su toxicidad. Ello implica que se cuestione el consumo habitual de alimentos funcionales, como los enriquecidos, y se plantean serias dudas sobre la necesidad real de incluir estos alimentos en nuestra dieta habitual.
Algunos ejemplos de los alimentos funcionales más importantes son las leches enriquecidas con vitaminas y minerales, los zumos enriquecidos, los cereales fortificados, la sal yodada… pero en todos ellos profundizaremos más en entradas posteriores.
REFERENCIAS:
- Palou A, Serra F. Perspectivas europeas sobre alimentos funcionales. Alimentación, nutrición y salud. 2000; 3, 76-90.
- Guía de alimentos funcionales. SENC, Instituto omega 3 (Fundación Puleva), CECU.
- Alimentos funcionales para una alimentación más saludable. SENC, 2005
- Biotecnología y alimentos. Sociedad española de Biotecnología, 2003
- Alimentos funcionales. Aproximación a una nueva alimentación. Inutcam, Salud. Madrid.
- Los alimentos enriquecidos. Nuevos Alimentos y Fitoterapia. Alfred Benavent Vallés. Universitat Oberta de Catalunya (UOC), Barcelona, 2011.
- Mª Rosario Beltrán de Heredia. Alimentos Funcionales. Elsevier. Vol. 30. Núm. 3.
páginas 12-14 (Mayo 2016).