Qué es la dispepsia funcional
La dispepsia funcional no es otra cosa que un desequilibrio en la función de tampón (equilibrio) entre las secreciones ácidas y básicas del estómago cada vez que se come.
Acidez, calor, ardor, sensación de quemazón, dolor epigástrico, hinchazón, …
¿Quién de nosotros no ha sufrido alguna vez este tipo de molestias? Son los síntomas de la acidez gástrica o pirosis, y que expresan una sensación de calor extremo en la parte superior del epigastrio, que puede irradiar hacia el cuello. La acidez gástrica es un síntoma bastante frecuente que afecta de forma ocasional a un 40% de la población. De ella hablamos más ampliamente en otro artículo del blog.
Sin embargo, cuando estos síntomas gastrointestinales se presentan en forma de episodios recurrentes, localizados preferentemente, aunque no exclusivamente, en el epigastrio (parte más alta del estómago), o bien ocurren de forma crónica, con una duración que oscila entre varios días a varias semanas y no mejoran con el tratamiento, se dice que se padece el Síndrome de dispepsia funcional (SDF).
En general, esta disfunción no es atribuible a alteraciones estructurales del aparato digestivo o enfermedades metabólicas. Es decir, la dispepsia funcional es aquella en la que una vez realizadas todas las pruebas diagnósticas (incluida la endoscopia), no se encuentra una causa orgánica que justifique los síntomas.
Por definición, deben excluirse aquellas molestias relacionadas con enfermedades gastroduodenales concretas como la úlcera péptica, reflujo gastroesofágico o cáncer gástrico, y también las afecciones pancreático-biliares como pancreatitis crónica y colelitiasis.
La dispepsia funcional no está inducida por alcohol ni fármacos, aunque en ocasiones su gravedad se asocia a procesos inflamatorios de la mucosa gástrica causados por estos mismos tóxicos.
La dispepsia funcional ocurre en todos los pacientes con con trastornos funcionales digestivos (TFD), tales como:
- Anomalía de la actividad motora intestinal.
- Anomalía de la sensibilidad visceral.
- Alteraciones inflamatorias de la mucosa intestinal.
- Alteraciones psicopatológicas.
Síntomas de la dispepsia funcional
Hoy por hoy, el diagnóstico de la dispepsia funcional se basa en los criterios de Roma III para trastornos funcionales. Los síntomas y signos que permiten diagnosticar la dispepsia funcional son:
- Sensación de malestar o dolor epigástrico (en la boca del estómago), de intensidad media e intermitente y que no mejora con la defecación ni el ventoseo.
- Saciedad precoz en cuanto se inicia la ingesta de alimentos
- Sensación de plenitud tras las comidas, que mejora con el eructo.
- Flatulencia con expulsión de gas anal dos o más veces al día.
- Náuseas postpandriales (y posibles vómitos) sin causa aparente al menos una vez al mes.
- Las molestias empeoran con la ingesta de alimentos ácidos e irritantes de la mucosa.
Tratamiento farmacológico de la dispepsia funcional
El tratamiento es difícil puesto que debe ser individualizado para cada paciente atendiendo a sus síntomas predominantes:
- Si predominan las nauseas y la sensación de plenitud postpandrial, los fármacos procinéticos (metoclopramida, domperidona, etc.) mejoran el tránsito del bolo alimenticio a través del tubo digestivo y aumentan la motilidad, por lo que pueden ser beneficiosos, si bien la duración de este tratamiento debe ser limitado sólo a varias semanas (4 semanas como máximo, para evitar una hipersecreción ácida de rebote). Mientras tanto, deben iniciarse cambios importantes en el estilo de vida y hábitos de alimentación, de los que hablamos unas líneas más adelante.
- Si predominan los síntomas de tipo ardor y flatulencia, los fármacos antisecretores (como la ranitidina, famotidina, etc.), los antiácidos (bicarbonato sódico, derivados de aluminio, hidróxido de magnesio, y carbonato cálcico) y los inhibidores de la bomba de protones (H+) (omeprazol, pantoprazol, esomeprazol, etc.) son los más recetados, aunque su eficacia clínica se relaciona tan sólo con la mejora de los síntomas. Ello hace que sea necesario el pronto inicio de un cambio efectivo en el estilo de vida y alimentación, que deberá mantenerse para siempre.
Es muy importante recordar que todos los medicamentos mencionados (excepto algunos antiácidos) necesitan prescripción médica para su dispensación. Además, también debe tenerse en cuenta que tratamientos prolongados con inhibidores de la bomba de protones pueden provocar una situación de hipoclorhidria en el estómago, hecho que tiene varias repercusiones.
Pautas dietéticas que mejoran los síntomas
- Evitar la obesidad y el sobrepeso.
- Evitar el tabaco, el alcohol, las bebidas con gas, el café, la malta, el té, las especias picantes y cualquier otra sustancia irritante-excitante.
- Comer despacio, relajadamente, dedicándole a las comidas entre 20 y 45 min por lo menos.
- Masticar suficientemente los alimentos, con la boca cerrada, para evitar la entrada de aire y la consiguiente formación de gases. Ello incluye, no hablar con la boca llena, algo que hacemos muy a menudo de forma casi inconsciente.
- Evitar las comidas copiosas, procurando comer menos cantidad en cada comida y aumentar la frecuencia de las mismas, por ejemplo fraccionando la dieta en 5-6 veces al día.
- Detectar y evitar los alimentos que puedan inducir estos síntomas. Suelen ser comidas con un alto contenido en grasas, como los platos precocinados, los fritos y rebozados, los platos muy condimentados, los picantes, los quesos muy curados, embutidos, chocolates, pasteles y productos de bollería y repostería.
- Para beber, lo más recomendable es el agua, sin hielo ni refrigerada incluso en verano. También puede mejorar la sintomatología el no beber más de un vaso de agua durante las comidas (para evitar la formación de gases y la saciedad), y beber más entre horas.
- Evitar las bebidas alcohólicas (incluido la cerveza y el vino), el café, el té, la cola, las bebidas azucaradas, las bebidas gaseosas, la menta y los zumos y smoothies con frutas ácidas.
- Si los síntomas ocurren por la noche, es recomendable elevar la cabecera de la cama unos 20cm y evitar acostarse inmediatamente después de comer. Lo mismo, si se va a dormir una siesta. Recordar tambien, que recostarse sobre el lado izquierdo facilita el vaciado gástrico.
- Controlar el estrés.
- No realizar ejercicio físico extremo, ya que aumenta la acidez por incremento del estrés oxidativo. Tampoco es conveniente realizar ejercicio justo después de comer.
- Evitar ropas ajustadas y cinturones apretados.
Alimentos y técnicas de cocción recomendables para dispepsia
- Los métodos de cocción más indicados son el hervir los alimentos, cocinar al vapor, al horno a baja temperatura y en papillote.
- En general, los alimentos cocinados son mejor tolerados que los crudos.
- Los alimentos ricos en fibra como los cereales integrales, las legumbres y algunas verduras están desaconsejadas, porque la fibra puede producir un rozamiento mecánico en las paredes digestivas (irritación) y enlentecer el vaciado gástrico (digestiones más lentas y pesadas).
- En relación a los lácteos, la leche animal (de vaca, oveja o cabra) no es muy recomendable por su acidez natural, que puede aumentar la secreción de ácido clorhídrico tras dos o tres horas tras su ingesta. Es más aconsejable consumir bebidas vegetales, como la bebida de arroz, de soja, de avena, etc. Algunos lácteos fermentados también pueden mejorar la sintomatología, como el yogur desnatado y el queso desnatado o bajo en grasas.
- Los yogures enteros, azucarados, otros productos lácteos con frutas o cereales, y los quesos curados, por su contenido en grasa, puede enlentecer la digestión y favorecer los síntomas de acidez.
- Es más aconsejable utilizar cereales integrales (a pesar de su alto contenido en fibra) en lugar de los muy refinados, así como también los cereales sin gluten (arroz, maíz, mijo, etc.) porque tienden a inflamar menos la mucosa gastrointestinal. El pan tostado, las tortitas de arroz y maíz, el arroz, las patatas y el boniato son muy bien tolerados.
- Las legumbres son ricas en fibra y podrían favorecer la flatulencia y la sensación de plenitud. Sin embargo, puede evitarse este efecto consumiéndose trituradas o en puré (por ejemplo, patés vegetales, humus).
- En general, las frutas y verduras cocidas son mejor toleradas que las crudas. De entre las frutas, escogeremos entre pera o manzana hervidas o asadas al horno. Con las verduras, lo más indicado es asarlas al horno, saltearlas, cocerlas al vapor o en papillote. Una vez la sintomatología mejore, pueden volverse a introducir las demás frutas y verduras.
- En cuanto al consumo de alimentos proteicos de origen animal (carne, pescado y huevos), se prefiere el consumo de pescado y huevos al de la carne. Es más aconsejable el consumo de pescado blanco (bacalao, merluza, pescadilla, lenguado, rape, dorada, etc.) por su menor contenido graso. El pescado azul es mucho más graso y, por tanto, puede producir más acidez.
- De las carnes, las más recomendables son el pollo, el pavo y el conejo. Los caldos de carne aumentan la secreción de ácido y, por tanto, se evitarán en lo posible. En cambio, los caldos vegetales (sin apio, cebollla, tomate o pimiento) son mejor tolerados.
- En cuanto a los huevos, la mejor manera de tomarlos es en tortilla o revueltos y hervidos. En este caso, conviene recordar que no debemos hervir los huevos durante más de 8 minutos, porque a partir de ese momento se forma un anillo “verde” (sulfuro de hierro) alrededor de la yema como resultado de la sobrecocción que hace que sean más indigestos.
- Para cocinar y aliñar, lo más recomendable es utilizar aceite de oliva de baja graduación (0,4º); graduaciones más altas son más ácidas y podrían causar molestias.
- El agua es la bebida de elección. También pueden tomarse infusiones digestivas y antiinflamatorias (manzanilla, pero no menta porque aumenta la secreción ácida). Las infusiones carminativas (anís estrellado, hinojo, etc.) deben tomarse con precaución y no de forma habitual porque pueden inducir la formación de gases como efecto rebote. Otra de las bebidas bien toleradas son los caldos vegetales (como he menconado más arriba), el zumo de zanahoria, de uva y de manzana, y las bebidas vegetales (releer en lácteos).
Alimentos y técnicas de cocción NO recomendables
- Alimentos ricos en grasas: embutidos, carnes grasas como la de cordero o el cerdo, porque producen digestiones lentas y pesadas. También son ricos en grasas los alimentos procesados pre-cocinados, los productos de bollería, pastelería y repostería.
- Alimentos ricos en fibra: verduras crudas, cereales integrales y legumbres (a excepción de los casos comentados anteriormente).
- Alimentos que causan flatulencia: legumbres, col, brócoli, ajo, alcachofas, espárragos, etc., porque favorecen la distensión abdominal y la flatulencia, especialmente si se comen en crudo.
- Alimentos ácidos: tomate, pimiento, apio, ajo, cebolla, naranjas, pomelos, mandarinas, piña, fresas, limón, vinagre y otras salsas.
- Alimentos y bebidas irritantes, picantes y excitantes: alcohol, café, té, malta, cola, chocolate, quesos curados.
- Bebidas carbonatadas.
- Frutos secos, en especial los fritos, por ser ricos en grasas y en fibra.
- La miel, por ser rica en ácidos orgánicos.
- Cocinar a altas temperaturas (> 180º), porque se producen sustancias derivadas de la pirolisis y de la oxidación del aceite, que son muy irritantes de la mucosa gástrica.
REFERENCIAS:
- Mahan, L. K.; Escott-Stump, S. (2009). Krause Dietoterapia. Barcelona: Elsevier Masson.
-
Tratamiento de la dispepsia funcional y del síndrome del intestino irritable. Información Terapéutica del Sistema Nacional de Salud. MSSI, Vol. 22–nº1-1998.
- Salas-Salvadó, J. i altres (2000). Nutrición y dietética clínica. Barcelona: Doyma.
- Documento de Consenso en el abordaje de Síntomas y Patologías Digestivas. SEMERGEN-SEFAC, 2ª Ed. 2014.